Comentario
La Europa central ofrece un buen ejemplo de un crecimiento poblacional que, para la época identificada con la cerámica decorada con cuerdas, finales del cuarto milenio y comienzos del tercero, lleva a la multiplicación de los asentamientos sin que ello reporte una concentración del poblamiento en unidades mayores, fenómeno que afectará, en el mismo sentido, a otras zonas de la Europa septentrional o a las islas Británicas. Esta situación se mantendrá a lo largo de casi todo el tercer milenio, ocupándose no sólo los terrenos más aptos para la agricultura, sino también nuevos terrenos ganados al bosque o en zonas marginales, en un fenómeno considerado como de colonización agrícola de nuevos y más variados medios. En contraste con este proceder, encontraremos cómo en el sudeste de Europa existe una tendencia a una cierta concentración de la población en algunos de los centros ya ocupados con anterioridad, de modo que se comienza a asistir al crecimiento de algunos asentamientos, mientras son abandonados otros muchos. Éste es el caso de la zona de Bohemia o Bulgaria, donde en el grupo de Baden y Vucedol se pueden encontrar yacimientos, como el propio Vucedol, donde se aprecia un desplazamiento del hábitat hacia colinas elevadas, altas terrazas fluviales, elevadas sobre el cauce de los ríos y mesetas, con el mantenimiento de algunos tells de ocupación anterior, al mismo tiempo que se siguen detectando pequeñas aldeas dispersas. Este cambio de ubicación de muchos poblados hacia zonas más elevadas es común a otras zonas de Europa oriental, como el sur de Polonia, donde también se evidencia una disparidad de tamaños entre yacimientos mayores y menores.
Este fenómeno de diferenciación apreciable en los tamaños suele coincidir, en las zonas donde ello se produce, con la aparición de sistemas de fortificación a base de empalizadas y fosos, caso de Vucedol o Ezero. Este hecho se ha relacionado con la existencia de niveles de inseguridad, por un lado, y, por otro, como consecuencia de una jerarquización del asentamiento, lo que supondría la aparición de algunos centros mayores que, además de las murallas, muestran una cierta especialización en la elaboración de algunas artesanías o en el control de algunas rutas de intercambio, detectadas por la aparición de determinadas materias primas. Sin embargo, aunque algunos datos hayan podido venir a sustentar estas interpretaciones, como la organización interna del yacimiento de Vucedol, donde algún edificio tiene estructuras singulares y en cuyo interior se han encontrado tumbas con niveles de riqueza especiales en sus ajuares, no puede decirse que estemos ante un modelo extendido y concentrado poblacional y jerarquización de los asentamientos, expresado en especial por la aparición de murallas, puesto que también se han documentado yacimientos pequeños amurallados, o tumbas ricas en otras estaciones, donde también se reflejan netas diferencias entre ajuares. No podemos, con los datos disponibles, desarrollar un cuadro coherente de los sistemas de articulación territorial hasta época más avanzadas en el tiempo, pero parece evidente que algo está cambiando con respecto al modelo de los milenios precedentes.
Los trabajos de Renfrew sobre las sociedades del Egeo en el tercer milenio a.C. permiten una mejor evaluación de esta variable. En primer lugar, el tipo de asentamiento dominante a lo largo del milenio puede considerarse pequeño, con una inmensa mayoría que no sobrepasaba las dos hectáreas y densidades variables que van de los cuatro asentamientos por 1.000 kilómetros cuadrados en Macedonia a más de 20 en las Cícladas, con cifras medias de 15 para Creta o Eubea, lo que arrojaría densidades de población estimadas de algo más de 200 hab/1.000 km2 para Macedonia mientras que Creta alcanzaría los 800 y las Cícladas los 1.500. Estos parámetros son sensiblemente más bajos que los estimados por el propio Renfrew para la isla de Malta. No obstante, cabría resaltar que entre estos asentamientos sobresalen algunos debidos a diferentes factores; por un lado, el de Cnosos presenta un tamaño muy superior al resto de los asentamientos del tercer milenio de la isla de Creta, y, por otro, el de Vasiliki posee un edificio de características singulares que recuerda la planta de los posteriores palacios minoicos. En el continente, Lerna tiene otro edificio en el interior de un espacio amurallado parecido al de Vasiliki, donde ha aparecido un importante lote de sellos de arcilla con motivos geométricos impresos, o Chalandrianí, en la isla de Siros, que posee una muralla bastionada que fue tomada por la investigación como el prototipo de las aparecidas en el Mediterráneo occidental durante el tercer milenio. En este mismo asentamiento, sus necrópolis han deparado considerables desigualdades en los niveles de riqueza de sus ajuares, con tumbas muy ricas, consideradas principescas y otras muy pobres. Algo similar encontramos en la mítica Troya II, donde Schliemann, en el siglo pasado, pudo excavar tumbas de gran riqueza, sin olvidar sus grandes edificaciones y sistemas de murallas, ya presentes en Troya I. En Anatolia pueden encontrarse otras ciudades amuralladas, como la fortaleza de Kultepe.
Este registro ha permitido especular sobre una cierta jerarquización entre los asentamientos, que podrían convertirse en centros regionales o locales y ser el reflejo de un nivel de jerarquización social.
El panorama del tercer milenio se modifica sustancialmente durante el segundo, incluso ya desde sus comienzos. En diferentes lugares de Europa, Balcanes, Cárpatos, Europa central, de Rumanía a Alemania Occidental, se asiste al nacimiento de lugares fortificados (Varsand o Barca), con fosos y murallas y la continuidad de otros anteriores, Toszeg y Monteoru, en los Balcanes, que en las áreas mejor conocidas como Eslovaquia se constituyen en centros de un conjunto de asentamientos más pequeños, no fortificados, conjuntos situados en zonas bien definidas por la topografía. Este modelo habla con claridad de una jerarquización entre asentamientos que proyectan sobre el territorio las características organizativas de la sociedad, que también quedan reflejadas en la distribución y complejidad de las necrópolis. Aunque este sistema no está documentado de manera generalizada, se ha supuesto, a partir de los casos conocidos, que un sistema de centros regionales, casi siempre fortificados, se debió extender por todo el solar del grupo Unetice y Túmulos, de la primera mitad y segunda del segundo milenio, respectivamente. Entre estos centros pueden citarse a Veselé, Spyseky, Sturtok u Homolka, recogidos por Champion, Gamble, Shennan y Whittle, a los que se les ha dado una explicación en relación con la complejidad social de los grupos que los habitaron, con un extendido recurso a la guerra que caracterizó todo el segundo milenio en Europa, deducido del alto nivel de armamento en bronce que se ha encontrado en las tumbas y la frecuencia del uso de fortificaciones.
En Europa occidental, atlántica y mediterránea, la situación es desigual. Los conocimientos que se poseen sobre los hábitats correspondientes al segundo milenio, y, por tanto, de los grupos Wessex, Túmulos Armoricanos o Países Bajos, es prácticamente nulo, por lo que es imposible esbozar una aproximación al sistema de ocupación y explotación de estos territorios; la espectacularidad de sus enterramientos bajo túmulos, con ajuares de gran riqueza metálica que tienden a ir empobreciéndose a la vez que se sustituye el ritual de inhumación por la incineración, sugieren una ocupación que refleja una estructura social derivada de los sistemas funerarios, con el mantenimiento de los anteriores centros considerados ceremoniales, entre ellos las últimas fases de Stonehenge.